En un rincón de Komenda, un pequeño pueblo de Eslovenia que apenas asoma en los mapas, un niño de piernas inquietas y sonrisa eterna soñaba con volar. No tenía alas, pero sí una bicicleta, y eso bastaba. Su nombre era Tadej Pogačar, y aunque entonces nadie lo sabía, aquel chico flaco y tímido estaba destinado a cambiar el ciclismo para siempre.

«Solo quería ir más rápido que mis amigos», recordaría años después entre risas. Pero había algo especial en él, una forma de leer la carretera, de sentir el ritmo, de sufrir sin perder nunca la alegría.

PRIMEROS PEDALEOS HACIA LA GLORIA

Tadej se subió a una bicicleta casi antes de aprender a caminar, impulsado por su hermano mayor y una familia humilde que siempre creyó en sus sueños. Pronto, se unió al equipo Rog Ljubljana,  en el cual empezaron a ver que aquel niño no solo disfrutaba de la bici: la entendía, la moldeaba a su antojo.

Mientras otros chicos se cansaban o se dejaban vencer por el dolor, Tadej sonreía bajo la lluvia, en las cuestas imposibles, en los entrenamientos que parecían castigos. El sufrimiento, para él, era parte del juego.

En 2018, ganó el Tour del Porvenir, el campeonato no oficial de las futuras estrellas. Fue como una señal para el mundo: «atención, que este chico viene en serio».

LA IRRUPCIÓN DEL FENÓMENO

En 2019, con apenas 20 años, Pogačar debutó en el UAE Team Emirates. Y no tardó en dar el golpe: ganó tres etapas en la Vuelta a España y terminó tercero en la general. Nadie, ni los más optimistas, lo esperaban tan pronto, tan fuerte, tan maduro.

Pero lo mejor estaba por venir. El Tour de Francia 2020, en plena pandemia, parecía terreno vetado para los novatos. Los favoritos, como su compatriota Primoz Roglič, ya tenían galones. Tadej, apenas un chaval, simplemente disfrutaba.

Y entonces ocurrió el milagro: en la contrarreloj final, en La Planche des Belles Filles, remontó una desventaja de casi un minuto y medio. Parecía imposible. Pero no para él.

«No estaba pensando en ganar el Tour. Solo pensaba en darlo todo. Lo demás… fue magia», diría emocionado.

Ganó el Tour, con 21 años. El segundo campeón más joven de la historia. Y no fue un golpe de suerte: repitió la hazaña en 2021, al dominar con autoridad, llevarse tres etapas, el maillot amarillo, el de mejor joven y el de mejor escalador.

Era oficial: Tadej Pogačar era el mejor ciclista del mundo.

CARISMA DE OTRO TIEMPO

Lo curioso de Tadej no es solo su talento inhumano, sino su actitud. Siempre sonriente, siempre respetuoso, siempre humilde. No hay rastro de la arrogancia que a veces acompaña al éxito.

Junto a sus padres luego de sus primeros triunfos internacionales.

Ama la competencia, pero más ama la bicicleta y nunca corre para destruir a los rivales, sino para escribir su propia historia.

En un mundo de declaraciones explosivas y rivalidades artificiales, Pogačar destaca por su naturalidad: juega con su gato, cocina con su pareja (la también ciclista Urška Žigart), se ríe de sí mismo en redes sociales, bromea con sus compañeros. Es un chico normal… salvo cuando se sube a una bici.

ÚLTIMOS TRIUNFOS: INSACIABLE

Aunque en 2022 no logró el triplete del Tour, demostrando que hasta los héroes son humanos, se llevó monumentos como la Lieja-Bastoña-Lieja y destellos en cada carrera que disputó.

En 2023 y 2024, siguió acumulando glorias: ganó el Tour de Flandes (¡sí, también en los adoquines brutales!), repitió triunfos en la Strade Bianche, y dominó clásicas con la misma facilidad con la que respira.

Y en 2025, Pogačar ha escrito otro capítulo dorado: se impuso en la Flecha Valona con un ataque brutal en el Muro de Huy, dejando sin respuesta a todos sus rivales.

Apenas unos días después, volvió a reinar en la Lieja-Bastoña-Lieja, su carrera fetiche, con un ataque a 30 kilómetros de meta que dejó atónitos a aficionados y comentaristas.

«Me siento como en casa en estas clásicas. Aquí puedo ser el Tadej niño, el que corre por instinto», confesó después, cubierto de barro y gloria.

En apenas una semana, Tadej había conquistado dos de las clásicas más duras y prestigiosas del calendario. Confirmando, una vez más, que no hay terreno ni rival que pueda frenar su hambre de historia.

¿Y AHORA QUÉ?

El sueño de Pogačar parece no tener techo. No se conforma con los Tours, sueña con conquistar los cinco Monumentos, con pelear por la Triple Corona (Giro-Tour-Vuelta en un mismo año), con seguir disfrutando. Porque, como él mismo dijo una vez: «Mientras me divierta, seguiré corriendo. El día que deje de sonreír sobre la bici, sabré que es hora de parar».

De momento, la sonrisa sigue ahí, más viva que nunca.

UN IMPACTO QUE TRASCIENDE

Más allá de los números y los trofeos, Tadej Pogačar ha traído un soplo de aire fresco al ciclismo. Ha devuelto al pelotón la alegría de correr ofensivamente, sin calcular tanto, sin miedo al error.

Su estilo ha inspirado a una generación de ciclistas jóvenes que ya no quieren especular: quieren atacar, sorprender, disfrutar. Su historia es la prueba de que los sueños de un niño de Komenda pueden convertirse en leyenda mundial.

Sin atajos, sin máscaras, solo con una bicicleta, muchas ganas y un corazón indomable.

Fuente: Boris Luis Cabrera, de Agencia Prensa Latina