Ciudad de Panamá.- Hace más de 55 años Héctor Fermín Marcos Gutiérrez tomó una decisión trascendental. Pasó de tercera base en el equipo de pelota de Cabaiguán a ciclista por embullo. Tras su retiro como pedalista en 1980 sería entrenador por un año de futuros velocistas, pero luego encomendaría todo su talento al estudio para convertirse en Comisario Internacional en 1989.

Por esa compleja y mágica labor de hacer cumplir con excelencia lo establecido en los reglamentos de la Union Ciclista Internacional, este cubano sonriente y carismático recibió este 20 de abril la Orden al Mérito de COPACI, máxima distinción para honrar a quienes han contribuido al desarrollo del ciclismo en nuestro continente.

Confiesa que se emocionó con el abrazo de su amigo José Manuel Peláez, y la presencia del titular de la UCI, David Lappartient, pero todavía le quedan fuerzas para seguir disfrutando de bielas y pedales, sprints y elevaciones, como si fuera la primera vez, cuando Lázaro Hernández le prestara un timón ganado por él en una competencia nacional de tercera categoría.

No es un personaje mediático, pero por eso tiene más valor este reconocimiento. Porque encierra la justicia verdadera. Héctor Marcos, como lo conocen casi todos los amantes de esta disciplina en Cuba y América, se debate ahora mismo entre buscar una anécdota que lo haya marcado en 33 años de dirección de carreras, campeonatos caribeños o panamericanos de pista o ruta, y ese momento final en que el uniforme azul con las siglas de la UCI quedará guardado en un escaparate para contarle a sus dos nietos algún día quién era su abuelo.

Padre ejemplar de cinco hijos: Héctor, Harold, Lianet, Leandro y Leonardo, el reconocido Comisario Internacional reconoce que prefirió siempre la pista por encima de la ruta, aunque dirigir carreras era su verdadera pasión. Estudiaba con antelación cada ciudad adonde iba y una vez allí examinaba el circuito, la logística y todos los detalles propios de su labor, sea en la selva amazónica de Brasil o en las cosmopolitas capitales de Uruguay, Colombia, Ecuador, Chile y Argentina, entre otros países del continente, sin olvidar a la tierra que lo vio nacer                    

Ha sido fiel a la Cuba ciclística y a la Cuba deportista, a su amigo y compatriota Peláez, pero sobre todo a un deporte que le ha permitido correr y compartir con “los mejores ciclistas de Cuba de todos los tiempos: Eduardo Alonso y Sergio Pipián Martínez”, ha dicho convencido en varias ocasiones. Asimismo, no ha dejado de aconsejar nunca a su hijo Leandro, todo un pistero como lo fue él y a quien sueña ver campeón centroamericano, cual remake de su oro en 1974 con el equipo de persecución.   

Héctor Marcos merecía esta Orden al Mérito COPACI que solo la atesoran 14 personas ahora. Hubiera querido que su familia no se enterara por fotos, escritos o redes sociales. Pero la vida de un Comisario Internacional nunca termina con estas emociones. Muchas más quedan por escribir.