El reciente campeón de la Copa Mundo de BMX en Glasgow (Escocia) y medallista de oro de los Juegos Bolivarianos, Diego Arboleda, orgulloso hijo de Girardota, dialogó con EL COLOMBIANO sobre su vida, la familia y su carrera. El antioqueño es uno de los pilotos nacionales con más proyección en este deporte y sería una carta de Colombia en los Juegos Olímpicos de París-2024.

¿Cómo se describe?

“Casero, hijo de una familia muy devota. Después de graduarme como bachiller me dediqué a ser deportista profesional, ese soy yo”.

¿Cómo llegó al BMX?

“Desde muy pequeño. Tenía cuatro años cuando un vecino de mi abuela entrenaba bicicrós. Un día llegó con el casco todo sudado y se lo prestó a mi hermano (Juan Pablo), que es un año mayor que yo. Empezamos a preguntarle qué era lo que él hacía y terminamos en la pista. A la siguiente Navidad el Niño Dios nos trajo bicicleta a cada uno y desde ahí empezó todo, ya llevo ya 20 años en bicicleta”.

¿Su hermano también siguió en este deporte?

“Corrió campeonatos mundiales, fue segundo del mundo, era muy bueno, pero hace como cuatro años tomó la decisión de retirarse del bicicrós para centrarse en sus estudios de Medicina. Ya casi se gradúa de médico en la U. de A.”.

¿Qué significa él para usted?

“Un apoyo incondicional, siempre ha estado ahí desde pequeño. Entrenábamos juntos, mi reto era ganarle. Como yo era el menor, quería hacerlo mejor que él, saltar primero, salir mejor… Cuando tomó la decisión de retirarse fue como volver a empezar porque no tenía con quién entrenar, ya lo hacía solo y tocó cambiar de mentalidad. Mi hermano sigue siendo un apoyo fundamental, así como mi familia”.

¿No le sedujo el estudio?

“Intenté empezar a estudiar Administración de Empresas. Solo hice tres semestres y dije: bueno, quiero hacer el ciclo olímpico bien, de lleno, entonces paré los estudios y me centré en bicicleta. Ahora estoy dedicado 100% al bicicrós”.

¿Piensa retomarlo?

“En un futuro sí, pues no me veo muchos años más haciendo esto. Cuando termine mi ciclo deportivo tomaré la vida como una persona del común, reanudo estudios y empiezo a hacer negocios”.

Algunos dicen que le gustan poquito los medios…

“No es que no me gusten, sino que a veces no me siento cómodo hablando. Pero valoro el trabajo que hacen porque permiten que crezca más el deporte, que surjan más patrocinadores y se interesen en uno. A veces no me da el tiempo, no coordino muy bien”.

¿Cómo asimila tantos logros a sus 25 años?

“Es un orgullo cumplir mis sueños, porque llevo muchos años trabajando por eso. Se necesita mucha disciplina, entrega, y que se vayan dando los resultados es gratificante. Se da uno cuenta de que vale la pena luchar y seguir adelante. Aunque todavía tengo muchas metas”.

¿Cómo está conformado su otro núcleo familiar?

“Tengo una hermana (Laura) que vive en EE. UU. Vivo con mi papá (Jaime) y mi mamá (Sandra). Mi padre ha sido mi pilar, mi mayor patrocinador, el que lo ha dado todo para que yo pueda ser deportista a pesar de todo, porque a veces la familia, los tíos y todos dicen que yo debería estudiar. Pero mi papá les responde: él tiene que hacer lo que más le gusta. Y mi mamá es la que me consiente y cuida, la que se preocupa por mí. A ella ni siquiera le interesa cómo le va al deportista y se preocupa es por Diego, es mi polo a tierra”.

¿Se encomienda a la Virgen previo a una carrera?

“Sí, toda mi familia es devota la Virgen, mis padres son muy religiosos y nos inculcaron eso desde pequeños, nos enseñaron a creer en Dios y siempre hacer las cosas con él de la mano. Antes de salir, en el partidor, me doy dos bendiciones y hago un ritual que tengo. Siempre me encomiendo a Dios, previo a la carrera y le doy gracias después de ellas”.

¿Qué más incluye en esos rituales?

“Prefiero mantenerlo en reserva. Cuando me retiré se los cuento todo, hay un par de cosas que no debo revelar por ahora. Le pongo atención a la forma como subo las escalas hacia el partidor, me pongo primero la zapatilla izquierda que la derecha, un montón de cosas que uno las empieza haciendo inconsciente y después se vuelven una rutina. Entonces si me fue bien con algo así, por qué no repetirlo”.

¿Siente que Dios le ha dado algún milagro?

“Sí porque tuve una fractura de fémur y me partí la cadera. Los médicos no daban un peso por mí y me dijeron que me olvidara del bicicrós, incluso de caminar otra vez. Entonces para mí fue un milagro volver a disfrutar del deporte que tanto me gusta, ganar esos títulos después de que me hayan dicho que no podía”.