El ciclista colombiano Aristóbulo Cala se convirtió en noticia hace algunas semanas al ganar el campeonato de Colombia de fondo en carretera. El problema es que unos días más tarde se ha conocido que el corredor dio positivo en un control fuera de competición: esteroides anabolizantes. A falta de sentencia, el caso pinta todo menos bien para el futuro de Cala.

Lo cierto es que hay varios países que necesitan hacer una reflexión muy seria sobre los casos de dopaje y sobre el futuro del deporte del ciclismo profesional de carretera. El pasaporte biológico y los controles fuera de competición han supuesto un freno a la sangría interminable de casos de dopaje de los años previos.

Pero ese sistema se aplica solo a los equipos WorldTeam, a los ProTeam y a aquellos continentales que paguen una tasa de 3 500 euros porque tengan en mente disputar pruebas de nivel 1.Pro o 2.Pro, puesto que es requisito imprescindible para codearse con la elite.

Los recientes casos en Colombia y también en Portugal, aunque en el caso luso suelen estar vinculados a irregularidades en el pasaporte biológico, deberían permitir una reflexión global: ¿cuál es el futuro de los equipos ciclistas?

Resulta evidente que si hay casos de dopaje, el futuro es nulo. En Colombia ya se vivió la dramática desaparición de un proyecto como Manzana Postobón o, más recientemente, UAE Team Colombia.

Por eso mismo son los propios directores y responsables federativos los que deben imponer unas reglas éticas que lancen un mensaje claro de tolerancia cero desde arriba hacia la base. El caso de Aristóbulo Cala es todavía peor puesto que ya había sido sancionado con dos años de castigo por un incidente en un control al que no se presentó en el año 2014.

Ahora, más de un lustro después, nuevo problema. Y no es algo anecdótico, puesto que son muchos los corredores que, a pesar de haber sido sancionados, siguen jugando con fuego.

Lo peor es que los dirigentes no apuestan por jóvenes talentos y den oportunidades a ese perfil de ciclista que, a la vista está, no es capaz de cambiar la mentalidad. Ese sería un primer paso para que todo el mundo asuma que el ciclismo no es territorio de segundas oportunidades.