El rider venezolano Daniel Dhers ha conseguido una de las primeras medallas en el debut del BMX freestyle en los Juegos Olímpicos, en Tokio 2020. Una plata que sabe a oro… o mejor dicho, a gloria.

Especialmente habló del duro entrenamiento para lograrlo. «Desde hace un mes y medio, empecé a planificar lo que era mi ronda para Tokio. Practiqué los trucos un sinfín de veces. Fueron días muy largos. Estuve entrenando en gimnasio y en BMX todo el día hasta llegar aquí a Tokio.

“El circuito estuvo un poco complicado, así que tuve que ajustarme un poco, un par de cosas. Dije ‘Voy todo por el todo, no tengo nada que perder y todo por ganar’. Así que, cuando hice mi primera ronda, que me bajaron de posición, dije: ‘No hay problema, voy a aprovechar la ronda que de verdad va a dar batalla aquí en Tokio», contó Dhers al equipo de comunicación del Comité Olímpico Venezolano.

«Estoy súper feliz no solo por la medalla, sino que me da un sentimiento interno muy grande de poder hacer todo eso: son muchas horas sobre la bici, es muy complicado, y poder hacer todo eso en un minuto… me siento en la gloria», prosiguió Dhers.

«Esto significa que podemos lograr lo que queramos hacer. Te van a decir que no, te van a decir que es imposible, pero si tú te dedicas a tu meta, se llega», es el mensaje que ha querido mandar a través del Punto Olímpico del COV.

Antes de llegar a Tokio, su viaje sobre dos ruedas primero le llevó a esa fina línea que separa el odio del amor.

«Uno de mis padrinos me regaló una bici cuando tenía cuatro años y no me gustó para nada. Me acuerdo de que tenía las rueditas de apoyo, rodaba por la calle, me caía, y yo le decía a mi madre que no quería eso. Y ya nunca más vi la bicicleta.

“Recién cuando tengo 12 años mis amigos por la cuadra comenzaron a montar bici y yo me quedaba solo, así que desempolvé la bicicleta, me escondí para que no vieran aprender, y aprendí», recordó Dhers para Tokyo2020.org.

“Lo complicado después es que yo no quería ir al colegio. Solo quería montar en bicicleta. Y ahí teníamos nuestras guerras. Una vez mi mamá me encadenó la bicicleta debajo de un carro para que no montara. Pero ellos siempre me apoyaron, siempre creyeron en mí».

Aunque este primer y segundo contacto fue en Venezuela, poco después Dhers se mudó junto a su familia a Argentina, con 16 años. Con 21 ya comenzó a viajar a Estados Unidos para encauzar su carrera profesional en el BMX freestyle.

Aunque a muchos pueda sorprender la elección de este deporte por sus riesgos, el progreso en estos años él lo simplifica: «Cuando ves el producto terminado, parece que estamos todos locos de la cabeza y te preguntas por qué hacemos eso. Pero uno empieza muy normal: primero simplemente rodando, luego consigues un obstáculo chiquito, luego otro un poquito más alto… Y así vas progresando poco a poco hasta que un día estás dando vueltas en el aire».

Pero, además, Dhers quiso dedicar su medalla a la afición venezolana.

«Muchísimas gracias, Venezuela. Los quiero mucho. De verdad que he visto el apoyo increíble que me han dado desde que llegué acá, a los Juegos Olímpicos, y el apoyo que me han dado durante estos años. Esto se los quiero dedicar a ustedes, a todos los venezolanos que están alrededor del mundo, y a los que están en Venezuela. Los quiero», ha remarcado Dhers, que, durante la competencia, se tocó en varios momentos su casco, donde portaba la bandera de Venezuela.

Y hoy la ha alzado hasta lo más alto. Literal y metafóricamente.