Hace años, cuando Miguel Indurain dominaba el ciclismo, muchos medios generalistas citaban como dato de las portentosas cualidades del navarro que su corazón latía a 28 pulsaciones por minuto en reposo. Un parámetro que nos da bastante información acerca del estado físico del ciclista.
Entrenar al corazón y no sólo a las piernas
Pese a que el entrenamiento por potencia domina el paradigma actual, aún seguimos observando como los ciclistas profesionales siguen utilizando la cinta del pulsómetro para controlar sus pulsaciones. Más allá de que el entrenamiento por pulsaciones aún pueda seguir siendo una herramienta válida a la hora de regular la intensidad y determinar las distintas zonas de entrenamiento en ciclistas aficionados, la frecuencia cardíaca y parámetros como su variabilidad o la frecuencia en reposo proporcionan al entrenador cierta información acerca de cómo el ciclista asimila las cargas de entrenamiento.
La frecuencia cardíaca en reposo se define como la cantidad de latidos por minuto del corazón cuando estamos descansando. Un dato que se suele medir nada más despertarnos mientras permanecemos tumbados en la cama. Actualmente, con el aumento de precisión de las pulseras y monitores de actividad es posible obtener un dato más preciso conociendo hasta donde bajan nuestras pulsaciones durante el sueño.
Un valor que, en la población general, varía entre 60 y 100 pulsaciones por minuto, considerándose, a nivel médico, un dato superior como taquicardia y un valor inferior como braquicardia. En ambos casos se requiere una valoración médica para descartar que exista alguna anomalía asociada.
En el caso de los deportes de resistencia, como es el ciclismo, la braquicardia es algo perfectamente habitual, asociado a las adaptaciones del propio sistema cardiovascular a la actividad física. No olvidemos, que al fin y al cabo el corazón es un músculo y, como tal, se desarrolla con la actividad física para ser más eficiente. En el caso del ciclista es común el aumento de tamaño y la fuerza para poder impulsar más cantidad de sangre con cada latido. Un aumento de tamaño que lleva asociado una disminución de la frecuencia de sus latidos.
No es extraño, en ciclistas entrenados, observar cifras que oscilan entre 30 y 50 pulsaciones por minuto. En todo caso, es recomendable, junto a las habituales pruebas de esfuerzo, que deberíamos realizar anualmente para garantizar la salud de nuestro corazón, acompañar, a juicio del médico de un ecocardiograma con el que se puede valorar si el aumento de tamaño del corazón es como respuesta a la adaptación del organismo al deporte o se trata de algo patológico.
Como podréis imaginar, una frecuencia cardíaca en reposo menor suele ser un indicativo de una buena adaptación cardiovascular, es decir, según aumentamos nuestro nivel de forma la frecuencia cardíaca suele disminuir. Sin embargo, no se trata de un parámetro estable, sino que también varía por otras circunstancias, lo que nos puede dar pistas sobre ciertos aspectos del entrenamiento si llevamos un control diario de este parámetro.
Cuando la frecuencia cardíaca aumenta de un día para otro hay que prestar atención. Es habitual que aumente tras haber realizado entrenamientos de mucha intensidad la jornada anterior, como muestra de que el organismo aún no se ha recuperado del esfuerzo realizado. También si el patrón de sueño no es el adecuado, es decir, no estamos descansando lo suficiente observaremos el mismo efecto.
Si las cargas de entrenamiento han sido las adecuadas es algo que sólo debería durar un par de días, pero si la frecuencia en reposo continúa sin bajar puede ser signo de que nos hemos pasado con la carga aplicada.
También es posible observar un aumento de la frecuencia cardíaca en reposo sin estar asociado a un aumento de carga de entrenamiento cuando estamos enfermos o a punto de caer enfermos, por lo que deberíamos tenerlo en cuenta a la hora de planificar las siguientes sesiones para dar al cuerpo un descanso extra y permitirle recuperar.
Por supuesto, al finalizar la temporada, cuando disminuimos nuestros entrenamientos, según el principio de reversibilidad del entrenamiento nuestros parámetros fisiológicos también retrocederán, incluida la frecuencia cardíaca en reposo que reflejará un aumento según perdemos forma física.
Es por ello que los monitores de actividad como el anillo Oura o las pulseras Whoops se han convertido en una herramienta imprescindible para los entrenadores que permiten monitorizar de forma simple y constante la actividad diaria del ciclista sin depender de que este, como antiguamente se hacía, compruebe y anote sus pulsaciones en reposo cada mañana al levantarse.
Fuente: Sergio P, www.brujulabike.com